RAMMSTEIN + COMBICHRIST
RAMMSTEIN + COMBICHRIST
14 – 11 – 09
Barakaldo (BEC)
Con las entradas agotadas desde muchas semanas antes, huelga decir que esta visita de Rammstein a tierras vizcaínas olía a gran acontecimiento. De esos que solo se viven un par de veces al año, si acaso, dejando de lado las masivas concentraciones de los festivales de verano. De hecho, si tenemos que contar bandas que han conseguido la proeza de llenar este tipo de recintos emergiendo en la última década, de los dedos de una mano creo que me sobran tres. Lejano queda aquel día en que en una discoteca cualquiera de nuestra ciudad, acompañando por compromiso a nuestros amigos no rockeros, escuchábamos un tema con guitarras llamado “Du Hast” con el que todos los chumbetas alucinaban. Quién nos iba a decir entonces que estábamos asistiendo al nacimiento de Rammstein como nuevo fenómeno de masas del rock del siglo XXI que teníamos a las puertas.
Los alemanes provocaron la histeria entre sus seguidores y el caos en la capital vizcaína cuando por la tarde se formaron grandes colas en la FNAC para conseguir una firma de sus ídolos. Esas colas se trasladaron a las puertas del BEC desde cuya entrada era imposible saber dónde terminaba aquella hilera humana. Todo para ver a una banda que, cantando en alemán, ha llegado mucho más alto de lo que se podría vaticinar. Prácticamente horas después del concierto ya era posible encontrar innumerables videos en internet de esta actuación. No es de extrañar, porque las cámaras flotaban sobre las cabezas de todos los asistentes nada más comenzar la intro. No fueron estrictos con este tipo de cosas los organizadores, con lo que casi cada asistente podrá tener hoy su propio recuerdo de este 14 de noviembre de 2009.
El grupo que tuvo la oportunidad de lucirse antes de Rammstein fue Combichrist Como suele ocurrir en estos casos la banda estuvo tocando mientras que el Bizkaia Arena se iba llenando. Comenzaron con apenas media entrada que les recibió casi como héroes. Es lo que tiene el ansia provocada por la incontinencia de los nervios cuando estás ante una oportunidad de ver a uno de tus grupos favoritos. Y es que dudo mucho que una décima parte de los congregados conocieran a esta banda. Incluso diría que me quedo corto.
Contaron con una pobre iluminación que apenas nos permitía disfrutar desde la distancia de los maquillajes de los componentes, con un imparable vocalista que emulaba al ying-yang con la mitad de la cara negra y la otra mitad blanca. Lo que sí tuvieron fue un sonido apabullante que nos permitió disfrutar de una propuesta que no pasa desapercibida. Sin una sola guitarra, ni siquiera un bajo, este cuarteto se plantó allí con la voz solista, un teclado y dos baterías. Estas fueron las que llevaron prácticamente toda la creación musical, sirviendo para mucho más que para marcar el ritmo. Para los más rockeros aquello podría ser una tortura, más cerca de la música de baile que del metal, pero la potencia atronadora de su música y la rota voz del vocalista pueden ser del agrado de muchos que no hacen ascos a lo futurista. De hecho, a la banda no le faltó respuesta cuando nos presentaron temas de fácil estribillo como “Sent To Destroy”, lo más destacado de su actuación. Tampoco les faltó espectacularidad a pesar de contar con tres instrumentos estáticos, los baterías no paraban de moverse mientras golpeaban sus bombos y terminaron destrozando uno de sus instrumentos que ya había visto cómo rodaban algunos de sus tambores por el escenario durante la descarga. Allí solo quedó un amasijo de chatarra.
Se esperaba espectáculo para la actuación de Rammstein, más cuando los teloneros ya habían resultado visualmente atrayentes, pero lo que nos encontramos superó todas las expectativas. Mientras la música nos introducía en la actuación, un telón que resultó ser un muro nos impedía ver a los músicos. De repente, a ambos lados del escenario se abren unos huecos que dejan salir unos luminosos haces de luz. Eran Paul Landers y Richard Kruspe derribando a golpes esa pared que les separaba de sus seguidores. En el centro una sierra eléctrica saca chispas mientras abre un ovalado agujero por el que sale Till Lindemann. Un espectacular inicio bastante simbólico en estos días que se cumplen 20 años de la caída del muro de Berlín. Pronto allí no quedan ni restos de esa demolición y nos encontramos frente a la banda, descargando con toda potencia, con el vocalista envuelto por una capa roja dejando entrever algo reluciente en su boca cada vez que cantaba. Así interpretaron “Rammlied” provocando un estruendo generalizado. Costó mucho ver sentado el concierto en las gradas ante la efervescencia de la concurrencia.
Pronto comenzaron a enlazar temas para los que no hacía falta diálogo ante el espectáculo visual que ofrecían a cada paso. Las cruces rojas del fondo de escenario se iluminaban y caían temas como “Waidmanns Heil”, con los primeros fogonazos de la noche. Flake tenía ganas de convertirse en protagonista, cosa que fue consiguiendo poco a poco. Su número particular empezó con un extraño baile, dejando su teclado aparte, dando paso a “Feuer Frei” en el que las llamaradas hacían llegar el calor a todos los rincones del recinto. Me pregunto yo qué se darán en la piel los miembros del grupo para no salir chamuscados de cada actuación, más cuando esas llamas puedan salir de su boca, provocando espectaculares imágenes entre tres hombres lanzando fuego al aire al son de estos temas.
Solo el escenario y el juego de luces que subía hasta el cielo o bajaba hasta colocarse cerca de la cabeza de los músicos serían suficientes para garantizar el espectáculo. Entendimos por qué Combichrist contaron con tan poca iluminación, ya que este juego tan especial estaba reservado para Rammstein. Pero además de eso, el grupo ofreció en cada tema algo nuevo, lo que hace casi imposible recordar al detalle todo lo que en ese escenario ocurrió esa noche. Con “Weiner Fleisch” unas muñecas bajaron desde el techo del escenario, apuntando con un rayo verde allí donde dirigían la mirada, tras le ejecución del tema unos estallidos hacen que todas caigan fulminadas al suelo. Después de esas explosiones llegó el momento relajado de la noche con “Frühling In Paris”, si es que se puede hablar de relax con esa voz de Lindemann y con su complexión. Cada vez que golpeaba con su puño derecho su rodilla al ritmo de la música parecía que iba a temblar la tierra. Contrasta con el pírrico teclista, con el que comienza a pelearse en “Ick Tu Dir Weh” llevándolo a una especie de bañera en la que lo estrangula, elevándose sobre él en una plataforma y dejando posteriormente que una lluvia de chispas caiga en el recipiente en otro de los números de la noche. Al final el pobre Flake sale tambaleándose para volver a su sitio.
Desde ese momento, no se si andando hacia el cielo o hacia el infierno, desde su posición comienza a caminar incansablemente sobre una cinta mientras que interpretan “Liebe Ist Fur Alle Du”. Se hizo kilómetros desde aquí hasta el final del concierto sin moverse de sus teclas, girando en determinadas ocasiones para mirar al público. “Benzin” fue para mí el momento cumbre de la noche (con permiso de “Du Hast”) por la respuesta que cosechó, pero aún más espectacular resultó cuando un hombre encapuchado sube a escena y es literalmente envuelto por las llamas lanzadas por el vocalista haciéndolo arder durante unos segundos de un lado al otro del escenario hasta que lo apagan con un extintor. Se les olvidó decir no intente hacer esto en su casa.
“Links 234” provocó que temblara la tierra mientras que toda la parte de abajo botaba. Y ya lo de “Du Hast” fue para vivirlo. La gente comenzó cantando el tema de forma ensordecedora, mereciendo que Till Lindemann nos lanzara un beso al aire después de no haber mediado palabra en toda la noche. Tampoco hizo falta, pero este gesto fue suficiente para demostrar su agradecimiento ante un espectacular recinto abarrotado. Simplemente con eso ya hubiera sido suficiente para quedar marcado en la memoria, pero el grupo quiso que esto llegara a la apoteosis y nos ofreció otro número de fuego cuando en el estribillo las llamas salían desde el suelo y respondían desde el techo en dirección al centro del escenario. La gente recibió con un estruendo esos acordes de teclado característicos de este tema y en la fase central una luz de fuego llegó hasta el centro del recinto, estallando en una torreta allí colocada y regresando al escenario que arde en todo su frontal con el frontman colocado en el centro imperturbable. Creo que en aquel momento tenía la boca abierta. Y ya con “Pussy” la banda quiso provocar la fiesta total. En honor a ese polémico y censurado vídeo-clip, una gran polla fue protagonista. Sobre ella se colocó el vocalista comenzando a lanzar espuma entre la primera mitad de los colocados frente al escenario. Luego todo se acompañó con confeti y aquello nos recordó al “Rock And Roll All Nite” de los Kiss, solo que con una banda mucho más avanzada en el tiempo que les está compitiendo eso de el mayor espectáculo del mundo a los intocables maquillados.
Se despidió la banda de nosotros dejando que la gente se desgañitara unos minutos. Nadie quería que eso acabara ahí y eso que ya habíamos visto de todo. De forma algo más natural el grupo emprendió los bises comenzando con “Sonne”. Con el público a sus pies “Haitfisch” continuó ante de que “Ich Will” hiciera explosionar el escenario para volver a despedir al público con un eskerrik asko, muchas gracias, thank you very much. Esta vez tardaron menos en regresar con “Seemann” en la que Flake nos ofreció el esperado número de la barca. Se montó sobre ella y navegó por la marea humana que le llevó casi hasta la mesa de sonido para devolverle intacto al escenario, aunque en una ocasión casi vuelca. El cierre con “Engel” tal vez fue lo más soso de un concierto que tuvo de todo. Solo si hubieran volado el escenario por los aires hubieran superado lo que ya habíamos visto, pero la banda simplemente se limitó en esta ocasión a tocar un tema que, además, no es de los más fuertes. Creo que no provocó el efecto íntimo que el grupo buscaba para acabar.
Sin embargo, de allí nadie pudo salir defraudado después de hora y tres cuartos de espectáculo musical con todas las letras. Esa atracción hace que se pase por alto el hecho de que tocaran bastantes temas nuevos en detrimento de más de los demandados clásicos. Allí todo el mundo se puso en pie para despedir a los alemanes y las sonrisas que veíamos en la cara del público eran suficiente muestra de que algo muy guapo había tenido que ocurrir ahí dentro.
Texto: ANTONIO REFOYO
Fotos: Carlos Azpiazu (www.insonoro.com )