THE CULT
THE CULT
23 – 07 – 10
BARAKALDO (RockStar Live)
Acabada la gira en la que The Cult han estado tocando íntegramente su mítico “Love”, no se ha hecho mucho de rogar una nueva gira en la que los clásicos del grupo volverían a ser protagonistas. Una jugada perfecta, ya que el tirón del grupo le puede hacer cosechar grandes entradas en base a este tipo de giras especiales que no tienen como fin presentarnos nada nuevo. Nada en contra de ello, ya que el público es soberano y el pedazo de entrada que recibía la sala RockStar Live, rozando el lleno si es que no lo alcanzó, indicaba bien a las claras que la gente estaba ávida de ver resurgir los temas clásicos de esta influyente banda nacida a mediados de los 80.
Pero tampoco voy a dejar de mostrar mi malestar porque el grupo tuviera ciertos detalles que no nos gustaron. No tuvieron grupo telonero a petición propia, cuando se retrasaron 45 minutos con respecto a la hora fijada (21:00), provocando la impaciencia del respetable. Un poco de espera esta bien para acogerlos con más ganas de las que ya se respiraban en la sala, pero desde las 19:30 que se abrieron las puertas hasta las 21:45 que salió el grupo alguno pudo cansarse de esperar sin poderse llevar ninguna otra banda a la cara. Otra cosa que nos molestó, sobre todo por lo que nos toca, es que el grupo no permitía reporteros gráficos. Nunca he entendido demasiado bien estas decisiones que muchas veces hacen pensar que las bandas en peor estado de forma no quieren que se les muestre en imágenes nítidas. Esto es una conjetura, pero es que no se me ocurre otra.
Dejando aparte detalles de este tipo, con respecto a la actuación en sí todo queda olvidado desde que el grupo comienza a tocar “Lil´ Devil”. Un estruendo recibe a la banda tras la intro y comprobamos que el sonido es atronador. Más ensordecedor aún lo hace una concurrencia que cantaba muchas veces equiparándose a la voz principal de Ian Astbury. El cantante se muestra algo pasado de peso, pero con su voz en forma y con su chulería innata para estar en el escenario. Saldría con pandereta en mano, algo que haría en varios temas, regalándole al público este sencillo instrumento cada vez que terminaba de usarlo. No está nada mal como recuerdo de un concierto que rápidamente cobró visos de convertirse en memorable.
De aquí en adelante cada vez que arreciaban las primeras notas de un nuevo tema, un enfervorecido personal correspondía con un ensordecedor recibimiento. Así ocurrió con un arranque capaz de encender a todos los seguidores continuando con “Electric Ocean”. Es cierto que “The Phoenix” mantuvo a la gente un poco más parada, pero rápidamente “Rain” provocó el éxtasis en un momento aún muy temprano. A nada que el grupo se esmerara esta noche no se les iba a escapar el triunfo. Cada nuevo tema era cantado en una comunión grupo y público que solo se vive con bandas verdaderamente grandes. Y eso que tampoco es que The Cult sea una banda que se extienda con la comunicación. No voy a decir que se mostraran distantes, pero sí que su forma de actuar es muy centrada en sí mismos. Lo que pasa que el aliento de ese público tiene que poner las pilas a cualquiera. El ambiente se vuelve fundamental para un concierto y eso puso las cosas muy cuesta abajo para la banda desde el principio. Los propios músicos pusieron el resto.
The Cult tienen una tremenda colección de canciones para provocar que cada nuevo estribillo sea cantado a un solo clamor en sus conciertos. Así seguíamos con “Revolution”, siempre con una banda impecable en ejecución y sonido. Aunque la imagen principal del grupo sea Ian Astbury, con el pelo al estilo Jim Morrison que se ha dejado después de su participación con Riders On The Storm, la iniciativa de cada tema le correspondía normalmente a Billy Duffy a la guitarra, escoltado por una bestia llamada John Tempesta a la batería, quien utilizó la pagada adquirida en Exodus o Testement para dotar a estos temas de hard rock de una potencia aplastante.
“The Witch” nos metió en otra fase del concierto más relajada, pero igualmente intensa, aunque “I Assassin” de su última obra fue lo que menos me gustó de toda la noche. Ian Astbury cantó bien en todo momento, pero aquí le vi un poco desatinado. En su labor como vocalista no hay nada que reprochar, pero la cagó cuando saludo a España, recibiendo en Euskadi un abucheo ante el que tuvo que flipar. Y mira que últimamente por esta tierra parecía que la gente pasaba más por alto este tipo de detalles.
Lo que nadie pudo reprochar en lo estrictamente musical fue el conciertazo que estaban brindando los británicos a base exclusivamente de una colección de clásicos muy grande. “Edie” supuso el momento de más relajación, verdaderamente emotivo en la voz de las cerca de 2000 personas que había en el recinto. De ahí hasta el final ya no habría ningún bajón, sino que incluso se seguiría produciendo una conexión perfecta entre banda y público, incluso aumentándola cuando comenzó “Nirvana”, continuando en lo más alto del concierto con “Spiritwalker”, “Dirty Little Rockstar”, “Fire Woman”, Wild Power” y “Love Removal Machine” que se encargaron de mantener el rodaje del concierto provocando sin descanso la respuesta de un público compuesto íntegramente por verdaderos fans del grupo. Pocos se dieron cita en la sala sin conocer de cabo a rabo discos como “Love” o como “Electric” y eso no hacía más que provocar explosiones de júbilo.
La banda se despedía dejando a sus seguidores con los oes sonando por todo lo alto a cargo de todas y cada una de las gargantas congregadas en la sala. No dejó dudas el grupo sobre lo expuesto en las tablas y sobre su potencial como banda con esta formación. Ahora tenían que rematarlo con algún as que se hubieran reservado para dejar los ánimos tan calientes como estaban. De eso se encargó “She Sells Sanctuary”, que estuvo a la inmensa altura de un concierto que comenzó con caprichos típicos de estrellitas del rock y que terminó convirtiéndose en uno de los conciertos más destacados de este verano, sin formar parte de ningún cartel de festival, algo más llamativo en esta época de calores. Sobre todo, fue una noche de atronador sonido por parte de la banda y de himnos entonados con fe ciega por parte de los seguidores, provocando así un ambiente cargado de misticismo, casi como algo espiritual, que resultó fundamental para la imborrable y grata sensación que nos dejó el concierto.
Texto: ANTONIO REFOYO (antonio@lamiradanegra.es)