IRON MAIDEN + VOODOO SIX

27 – 05 – 13

Barakaldo (BEC)

 

 

Como algo muy puntual y especial se presentaba esta oportunidad de ver a Iron Maiden. Es difícil poder disfrutar de la banda británica en un recinto reducido, acostumbrados a los grandes festivales de verano en los que llegar a vislumbrar la cara de sus componentes a veces se hace complicado cuando la afluencia de varias decenas de miles de espectadores imposibilitan encontrar una buena posición a una distancia medianamente cercana al escenario. Por ello este especial inicio de la gira europea “Maiden England” fue como un regalo que muchos seguidores no quisieron desaprovechar. Un regalo que costaba 55 euros pero que con mucho gusto desembolsó quien no quería perderse la cita con uno de los grandes. En horas se vendió todo el papel, a pesar de que en apenas unos días estarían también en Madrid y Barcelona dentro de la edición española del Sonisphere y de que el concierto se anunciaba como una puesta a punto de todo el espectáculo de la gira. La Doncella se tiró unos cuantos días en Bizkaia montando en el BEC todo el tinglado que conlleva uno de los directos más espectaculares del mundo del heavy metal y podríamos tachar este concierto del 27 de mayo como el concierto 0, la prueba definitiva, ante lo que posteriormente venía.

Con esa idea de que podía haber algunos fallos o que tal vez aun la banda no tuviera el rodaje completo para estar al 100% me acerqué al BEC, pero con una ilusión parecida a cuando el video de “Life After Death” caía en mis manos cuando apenas sí era capaz de entender que esos músicos aparte de en una pantalla también podían ser vistos pisando La Tierra.

Las funciones de teloneros las llevaron a cabo Voodoo Six, banda británica no muy conocida aún, aunque cabe decir que por sus filas pasó el actual guitarrista de Judas Priest, Richie Faulkner. Actualmente la banda presentaba su nuevo disco “Songs To Invades Countries To”. Del cual cayeron temas como el single “Sink Or Swin”, “Stop” o “Your Way”. Tampoco dejaron de lado su anterior “Fluke?” con buenas muestras de su personal estilo de rock con “Long Way From Home” o “Something For You”. No es que fueran el descubrimiento imprescindible para todos, pero supieron dejar una buena sensación ante un público que no les conocía y que no dudó en apoyarles dando respuesta al ánimo solicitado por la banda desde el escenario.

Hay que reconocer que no lo tenían tan difícil ante un público que en ocasiones tan grandes como esta lleva un ánimo muy superior al que se puede percibir en las salas de conciertos de pequeño aforo, donde los grupos que abren de verdad tienen que currárselo para no dejar indiferente. Puede que ahora mismo ya pocos se acuerden de Voodoo Six, pero se dieron el gusto de tocar ante miles de personas que reaccionaron con su música.

Se supone que el concierto era para 4000 seguidores, si bien creo que era evidente la considerablemente mayor presencia de público en el recinto. Un recinto amplio que contó con alguna separación para colocar el merchan y los puestos de comida y bebida. Así que con un lleno total pero sin apreturas excesivas nos predisponíamos a asomar la cabeza por encima del resto para no perdernos nada de lo que aconteciera en el escenario. Desde el mismo los altavoces iban soltando música hasta que algo cambió cuando “Iron Man” de Black Sabbath sonó a mayor volumen. Preludiando lo que vendría, la respuesta del público fue eufórica y muy sonora. Más lo sería aún cuando “Doctor, Doctor” de UFO se escuchó. Ahora ya sabíamos que lo siguiente en venir era el inicio de la actuación de Iron Maiden.

Las dos pantallas de los laterales del escenario comenzaron a proyectar imágenes de un paisaje gélido recreando la ambientación de ese disco mítico del 88 llamado “Seventh Son Of A Seventh Son”. Tras esta intro comenzaba a sonar el inicio de aquella obra hasta que la banda irrumpió en el escenario con “Moonchild”. El escenario que se me había antojado pequeño al principio cobraba una dimensión mayor con el habitual montaje de la banda, en el que destaca esa plataforma que bordea todo su espacio sobrepasando la batería para acercarse a las primeras filas en los costados. Por ahí apareció Bruce Dickinson campando a sus anchas tanto en esta como en la siguiente “Can I Play With Madness?”. Fue alucinante cómo el público atronaba en cada estribillo, tapando a un Dickinson que comenzó la actuación peor de lo que la acabó.

No me pareció que el vocalista cantara mal, como escuché criticar a algunos, sino que tal vez en estos momentos aún no tuviera la voz en pleno rendimiento. Tal vez deba tener más rodaje en esta gira o, dada la evolución de cualquier persona, es evidente que no pueda cantar temas de hace 25 años exactamente igual que entonces. Porque, por otro lado, el vocalista muestra un estado de forma que para sí quisieran muchos veinteañeros. Y vocalmente sigue siendo un portento solo que, de lo idolatrado que lo tenemos, con algo que renqueé ya va a salir alguna voz de denuncia.

No será la mía. Y llamadme blando si queréis, pero es que teniendo en cuenta el paso de tantos años y viendo cómo se encuentran otros vocalistas de aquella época dorada del heavy metal no cabe menos que quitarse el sombrero ante este hombre que seguro nos ofrecerá en esta gira noches más memorables, si bien esta ya me resultó suficientemente espectacular.

Era como para saborear cada momento de lo que viviéramos como algo único e irrepetible. Había visto a la banda en un par de ocasiones anteriormente (lejos de lo que muchos de los allí presentes pueden presumir) y sin duda ya me olía que esta iba a ser la mejor de largo. Con un estruendo se recibió “The Prisioner”, uno de los temas no interpretados en directo durante bastantes años, en el que Bruce comenzó a entonarse para llegar a uno de los momentos siempre álgidos de sus descargas como es “2 Minutes To Midnight”. Abrumador el calor que el público exhalaba de sus gargantas en cada estribillo mientras que incluso los movimientos de los músicos en el escenario recordaban a la época tradicional de la banda.

Es cierto que Steve Harris ya no abusa de esas carreras míticas, pero su imagen ha cambiado muy poco en todos estos años. Más cascado se le ve a Janick Gers, que no se mueve con la misma agilidad de antaño. En temas como este prácticamente desaparece del escenario para dejar toda la escena a sus dos compañeros, que siguen teniendo los dedos bien engrasados para clavar esos solos de guitarra. Janick Gers se pudo lucir más al revisionar una época en la que ya estaba en la formación. Y es que la recreación de la gira del 88 no fue total, puesto que la banda también rescató dos temas de “Fear Of The Dark” de 1992 donde Janick registró su guitarra en temas como el rescatado “Afraid To Shot Strangers”, una de las sorpresas de esta gira donde sí que se luce a la par de sus compañeros.

Sin embargo llegamos a “The Tropper” y son Adrian Smith y Dave Murray los que cogen el mando de las guitarras. Un tema enorme en el que rugió el BEC mientras que Bruce Dickinson ondeaba la bandera británica. Con el pelo más largo hubiera costado reconocer si la imagen pertenecía al presente o a los años 80. El vocalista es todo un atleta que se hace kilómetros a lo largo de la actuación y tiene una figura que no denota su edad ni de lejos.

El diablo aparecía en el escenario mientras que la introducción de “The Number Of The Beast” resonaba en el recinto. Un clásico de clásicos con el juego pirotécnico del que se hace gala en varios temas. A nivel visual es un espectáculo cuidado como en Iron Maiden es habitual, pero siempre ha sido una banda que no han dejado de dar prioridad a su música, en muchas ocasiones simplemente con el cambio de fondo de escenario sin mucha más parafernalia que su portentoso directo, ejecución y escenificación. Hay momentos en los que los clásicos están muy por encima de parafernalias añadidas. Uno de esos casos son “Phantom Of The Opera” (estupendamente ejecutado) y otro es “Wasted Years”. Creo que “Somewhere In Time” es una obra de una altura considerable, pero nunca ha sido de los que más se han acordado en los directos.

Momento grande es también en los conciertos de la banda cuando Eddie aparece deambulando por el escenario. En esta ocasión aparece vestido con el uniforme tradicional del ejército americano con sable en mano durante la interpretación de “Run To The Hills”. Pero si hay que mencionar la pieza central de la descarga esa es “Seventh Son Of A Seventh Son” en la que una figura de Eddie aparece en la parte trasera del escenario mientras que un Bruce Dickinson con aire sublime y un curioso e improvisado peinado (aprovechando un pelo algo más largo que en las últimas ocasiones) interpreta una extensa pieza donde la banda atisbaba esa onda progresiva y elaborada que en sus últimos discos, sin embargo, ha sido muy criticada. Pero como se demuestra en temas así esta vertiente a la banda le viene de lejos. Diría que desde el principio de su carrera, ya que entre sus coetáneos Iron Maiden siempre han destacado por ser excelentes músicos que podían llegar un paso más allá que muchos de sus contemporáneos.

Dickinson aparece en el escenario de nuevo con un peinado curioso, en esta ocasión revolviéndose el pelo y acercándose a Nicko McBrain, quien tras su enorme batería no es visto por el público prácticamente hasta que se levanta por primera vez. Entre ambos músicos parece haber un vínculo especial que se muestra cada vez que están en el escenario. Bruce nunca se olvida de su compañero en esa labor mucho más oscura. “The Clairvoyant” recupera la agilidad de la descarga antes de llegar a “Fear Of The Dark”, momento en el que Bruce Dickinson resbala en el escenario en una de sus carreras hacia uno de los laterales. Se lo tomó con el mismo humor que un público que vitoreó con sorna la anécdota. Por cierto, como siempre este tema, de los que más locura desata entre los seguidores.

Otro de los momentos de especial interés en lo visual es “Iron Maiden”. Una vez más fue el momento previo a los bises y esta vez contó con un Eddie gigante que saca de sus entrañas esa criatura que podemos ver, por ejemplo, en el video de “Can I Play With Madness?”, resultando que esta toma vida propia en la enorme mano de la mascota de la banda y comienza a alzar los brazos y a moverse al ritmo de la música. Finalmente Eddie termina por sacar fuego de su cerebro.

Con la banda ausente del escenario comienza otra mítica intro que nos recuerda a la gira de “Powerslave” en la que la banda registró su mítico directo “Live After Death”, cuando la banda salía al escenario con “Aces High”. Eso es lo que hicieron con una explosión de pirotecnia que precisamente emula aquel arranque que podemos ver en el video del año 85. La banda aparece en el escenario con la energía intacta, pero es un tema muy exigente en partes para Bruce Dickinson que no puede desgañitarse como en aquella época, lo que no impide que disfrutemos de lo lindo, sobre todo en el estribillo. “The Evil That Men Do” no se iba a quedar atrás. Es otra por la que los fans tienen predilección y además la banda la ejecuta con más fluidez, con lo que no defraudó antes de terminar con “Running Free”, donde la banda fue presentada por el vocalista para terminar la descarga.

Creo que si en lugar de este último hubieran colocado “Hallowed Be Thy Name” (la gran ausente) hubiera sido apoteósica, aunque “Running Free” sea ese rock sencillo con el que Iron Maiden pretenden terminar sin que nadie allí se pare, pero nunca me ha parecido uno de los grandes temas de los primeros discos de Maiden. De hecho, me hubiera quedado con “Prowler”, por ejemplo, si se pudiera cambiar la última canción de la noche por otra de la época de Paul Di´Anno. Pero independientemente de opiniones personales, de análisis críticos sobre aspectos siempre mejorables (de hecho para eso se hacía este concierto como ensayo general de la gira), la gran sensación que deja Iron Maiden en la actualidad como banda es indescriptible para seguidores de todas las generaciones posibles. Tanto para veteranos con infinidad de conciertos a sus espaldas que pueden rejuvenecer unas décadas en noches así, como para los más jóvenes que pueden disfrutar en su máxima expresión actualmente de una leyenda que ya se fraguó cuando muchos no habían ni nacido.

ANTONIO REFOYO (antonio@lamiradanegra.es)