CRÍTICA: SIR JOYO YAGO
Bajo el nombre artístico de Sir Joyo Yago se esconde un músico madrileño llamado Juan Antonio Garijo, el cual nos pasa una maqueta recopilando algunos de sus temas compuestos desde la absoluta independencia y con total libertad creativa. Eso da como resultado un estilo indefinible que reta al oyente más ortodoxo.
Catorce canciones se recogen en esta obra, que si bien son difíciles de clasificar cuentan con la personalidad de su creador, que toca en el disco la guitarra, el bajo, el piano, la mandolina, el ukelele y algunos instrumentos más, apoyado por algunos músicos que le han echado un cable para acabar de redondear los temas.
Los que busquen algo accesible, o no estén acostumbrados a las idas de olla de los músicos que no intentan complacer a nadie, salvo a sí mismos, se echarán las manos a la cabeza. Sin embargo, los que buscamos algo original, cuando menos, nos vamos a quedar con eso. Con que Sir Joyo Yago es uno de esos proyectos que parecen provenir de otro planeta cuya vida aún no hemos descubierto.
Tampoco quiero decir con esto que no haya una coherencia, por que la hay. La coherencia de hacer siempre lo que uno quiere y le sale de dentro. Y tampoco es que no se haya conocido algo parecido pora aquí. Hay retazos de la piscodelia setentera, hay algún ramalazo grunge y algunos atisbos electrónicos entre pinceladas muy diversas, pero las estructuras de las canciones no atienden a una forma fácilmente descifrable. Y el resultado tampoco por ello se le va de la manos. Tal ve se atragante algún tema como “Babel”, que encuentra dos fases muy distintas y que no pegan ni con cola, algo que, por otra parte, parece intencionado. Pero si seguimos el hilo de temas como “Grimorium”, “The Hard Men Path” o temas más a medio tiempo como “Gorgona”, vemos que hay una fluidez.
Es para gente atrevida y por ello algo que se convierte en bastante interesante. Asegurado que os saca de la monotonía, no así que vayáis a pillar exactamente a dónde nos lleva la música de Sir Joyo Yago. De hecho, cuesta bastante seguirlo, lo cual no evita que aplaudamos el valor de ser uno mismo, algo que con una carrera más continua y consolidada podría dar verdaderos frutos. Ahora mismo me tomo esto más como una rareza que no deja de ser interesante descubrir.
ANTONIO REFOYO (antonio@lamiradanegra.es)
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